Depedro 34 Aniversario
Organizado por: EL GRAN CAFE
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Descrição
El Gran Café celebra sus 34 años de vida con uno de sus artistas preferidos, Jairo Zabala (Depedro)
Será el Domingo 27 de Octubre a las 19:00h con la apertura de puertas a las 18h.
Entrada anticipada 25€ +gg en Taquilla 28€
Ya a la venta en Entradium.com
“Un lugar perfecto” (DEPEDRO, 2023)
Coyoacán, Ciudad de México (otrora el DFctuoso)
Por Luis Alberto González Arenas.
Este es un viaje por una carretera secundaria, un camino que evidencia nuestro tránsito entre la
ansiedad y la esperanza. El festejo, la emoción y la decepción, que hacen de la vida un sendero tan
confuso como poético. Jairo Zavala nos muestra lo que somos. Cabezas poco claras, pero con la
capacidad de amar y recordar, porque la vida se queda en donde sentimos, no en donde pensamos, y
es allí, en lo que nos hace humanos, donde está “Un lugar perfecto”.
En este nuevo disco de estudio, Depedro teje una geografía folclórica y emocional de la memoria
donde habita el tiempo de lo sencillo, porque es allí donde está la esencia de las cosas, donde se abre
el verdadero sentido de la vida, la pulsión de decir mucho con poco.
Todo empieza con la potencia de la canción homónima del álbum. Un tema que advierte los valles
sonoros por lo que hemos de viajar. La escucha y el territorio. Se trata de un fantástico desert blues
que cabalga junto a las espuelas de la música popular brasilera y el bombo legüero argentino, lo que
demarca la mano mulata y de finas métricas del genio productor del disco, Gustavo Guerrero, el
diablo de las maderas ardientes. Un tema que sabe bien que para llegar a donde apuntamos, no
podemos olvidar de donde venimos y quién nos ha acompañado en el trayecto.
Vamos haciendo del oído una cartografía y entre el altiplano y el puno encontramos “La Gloria”, una
canción extraordinaria de cómo la trascendencia no está en otro lado que no sea el heroísmo de la
vida diaria, en atreverse a vivirla con dignidad, humildad y belleza. Lo que tanto se extravió con el
antropocentrismo occidental. Jairo lo dice muy bien: “El orgullo modifica las ideas, es disfraz del
inseguro y es el antifaz de la soberbia”. Para ello se necesita de locos que defiendan la memoria,
aunque sea un reto, porque representa la posibilidad que camina en suelo quebradizo, un frágil
diente de león que sin embargo sostendrá nuestras caídas y alejará al mundo del olvido. El futuro es
hoy. Zavala lo sabe y avienta una filosofía de vida con el arte de lo concreto: “Es la gloria: la memoria
y el instante: lo importante”.
El corazón se va escurriendo por la ventana y en el campo encuentra “La siembra”, una fina bachatita
pa’ bailar con arreglos increíbles de cuerdas que evocan una tarde de mariachi en alguna plaza
popular del DFctuoso, y que como las otras, lleva un mensaje preciso. No tenemos que invocar a
ninguna magia o a ningún mesías si sembramos conciencia, amor y respeto. Ser nuestros propios
mesías. “Vemos unas huellas, nuestro paso, hoy las ordena”, dice Depedro, porque sembrando
memoria, cosecharemos el presente del futuro.
Entre las mesetas elevadas tomamos un respiro a través de una delicada marcha de batería y un bajo
muy preciso que aterrizan en el tema, “Habilidad,” en el que Zavala clama por el error como la
manera más plena de aprender que la responsabilidad no es una obligación sino un derecho. Otra es
“Coreografía”, un absoluto guiño a su banda inicial, Vacazul, pero como si esta se hubiese enamorado
de Madagascar y su valiha (instrumento nacido en esa isla africana); la rola habla de que la vida es
perderse continuamente para volvernos a encontrar.
El mapa audible nos lanza al momento groove del disco, “Ojalá el amor nos salve”, un colorido
vórtice que ofrece buenas razones por las cuales exigir más amor y menos egoísmo entre la absurdez
de nuestra especie. Un salto al vacío funky para tratar de caer de pie en una dimensión más noble,
sin violencia, prejuicios o culpas.
Por supuesto, Depedro, saca sus ancestros latinoamericanos sumados a la valiha malgache para
hablar del “Niño de piel de cuero”, que “todas las fronteras las borra con su aliento”. Ese niño bien
pudiera representar a esos pueblos de América y África que tanto han luchado por despertar, pues les
han quitado todo, hasta el miedo.
Entre las ondas punzantes llegamos a la “Fábula de la diferencia”. Tan visual y evocativa. Canción
con la que uno podría imaginar a Gardel musicalizando un filme de cine noir. En ella Zavala desnuda
la voz, se le percibe vulnerable, más humano. El tema hace honor a su nombre porque “la diferencia”
también está en sus distintas atmósferas, eso la vuelve extraordinariamente teatral. El tema mismo
tiene cuerpo y actúa. La letra me recuerda a lo que una vez, una mujer indígena maya, le pidió al
mundo: “Ayúdenos a entender que somos iguales porque somos diferentes”, o bien lo que Ortega y
Gasset nos advirtió: “En vez de disputar, integremos nuestras visiones en generosa colaboración
espiritual”.
En el recorrido entramos en un tema muy bello, “Lo que va pasando”, que bien podría referir a esos
compañeros de vida con quienes hemos librado tantas batallas, recorriendo nuestros dolores y
alegrías. Zavala apunta: “Hablando la lengua que aprendimos de la marea, para entendernos, aunque
no quede verbo que explique lo que nos espera”; y es que muchas veces el amor es la mezcla de dos
olvidos en beneficio de una realidad compartida. La esperanza viene cuando lejos de la soberbia,
tejemos un sentido (en) común.
Y luego la “Niebla” se suspende. La parte de la memoria que nos miente y nos traiciona,
desvaneciéndose en retazos insondables, ¿recordaremos cuando empezamos a olvidar? Ante el
eminente paso del tiempo, es el amor el único capaz de recordar quienes somos.
En este séptimo disco de estudio, Depedro, deja claro que la esperanza se trabaja y se ejerce, que el
amor no existe sin desdicha, sin el sacrificio de hacer a un lado el yo para dejarle ser al otro, porque
después de todo, negarse al amor destruye el pensamiento.
“Un lugar perfecto”, simboliza los caminos secundarios donde conviven la diferencia y el cotidiano, el
principio del nosotros que clama por volver a ser peregrinos de la vida y no turistas de la
indiferencia. Zavala sabe que en la vida nada es una pérdida de tiempo si la sabes encausar. Invita
también a religarnos como una sucesión de montañas que se van abrazando entre sí para hallar lo
más humano dentro del humano. Un límite en el infinito para no perdernos, como nos lo revelan las
coordenadas del propio artista que no podría mirarse al espejo sin el diálogo entre su querida sierra
madrileña y los andes. La ausencia y el recuentro. La frontera y la utopía. Paredes que lejos de ser
muros, son la posibilidad de revolcarse con la libertad.
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